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Un mundo de circuitos: el desplazamiento desde el impacto a la circulación

Fernanda Beigel¹

Durante mucho tiempo, investigadores de todo el mundo han vivido (o maldecido) la parábola publicar o perecer, pero la mayoría de ellos ha creído que publicar en revistas de “corriente principal” era la puerta de oro para entrar en la “ciencia mundial”. De hecho, a través de los criterios establecidos por el Instituto de Información Científica (ISI) creado por Eugene Garfield, la publicación se convirtió en el medio más eficiente para adquirir prestigio científico “universal” y las revistas estadounidenses indexadas se convirtieron en el modelo legítimo de este nuevo estilo y lenguaje dominante de producción. Varios estudios han observado que aquella base de datos fue durante cuarenta años la única fuente para los informes internacionales y los estudios comparativos, también para la evaluación de la “internacionalización” de carreras e instituciones individuales. La hipercentralidad del inglés se impuso en este proceso y se convirtió en el capital lingüístico transnacional / transaccional más valioso (De Swann, 2001; Heilbron, 2002; Ortiz, 2009; Gerhards, 2014). Este fenómeno no fue igual en todas las áreas científicas. En particular, las ciencias sociales y las humanidades fueron marginadas del grupo de guardianes de los criterios de “corriente principal”. Sin embargo, estas entraron tardía pero firmemente en las nuevas lógicas de la publicación académica, aunque relegadas a una posición subalterna.

El Science Citation Index (SCI) creado en 1964 fue clave en la creciente acumulación de prestigio “internacional” por parte de ciertos “centros de excelencia”. El factor de impacto y los numerosos indicadores bibliométricos creados después hicieron de la “ciencia mundial” una cuestión de “impacto” para las instituciones. Los rankings universitarios desempeñaron un papel central en el vínculo entre la performance en publicaciones y las decisiones de financiación, todo lo cual tuvo una influencia directa en las culturas evaluativas. Los rankings de revistas y, más recientemente, el Índice H se convirtieron en herramientas dominantes para definir el ingreso a carrera científica, en los concursos docentes y para la promoción, por lo tanto, esos indicadores terminaron teniendo un “impacto” directo también en los/las académicos/as.

Mientras que la publicación en revistas de corriente principal se convirtió en sinónimo de ciencia “internacional”, todo lo publicado fuera de este monopolio de indexación fue marginalizado como ciencia “local”. Las instituciones calificadas en los rankings mundiales como las 10 mejores siempre eran de los Estados Unidos o el Reino Unido y las que cayeron debajo de las 100 principales eran principalmente del Sur. Así, se globalizó exitosamente la dicotomía “mainstream/periferia”, siendo lo primero sinónimo de autonomía y universalidad, mientras que lo segundo quedó identificado con la dependencia, la marginalidad y el provincialismo. La crítica de este sistema dominante comenzó en la década de 1980 en los propios centros (Gareau 1988, Schott 1988; Gaillard y Arvanitis 1992), pero también en el Sur donde surgieron los conceptos de ciencia periférica, dependencia académica, imperialismo científico y colonialidad del conocimiento (Vessuri y otros, 1984; Lander, 2000; Alatas, 2003).

En trabajos anteriores (Beigel y Sabea, 2014; Beigel, 2016) he discutido el concepto de dependencia académica y aquella suerte de aculturación diagnosticada por la perspectiva de la colonialidad del saber que declara la existencia de una división internacional del trabajo científico en abstracto, pero con poca evidencia empírica. La dominación simbólica no es un fenómeno tan simple ni mecánico. Las asimetrías académicas no pueden reducirse a desigualdades entre comunidades nacionales pensadas como homogéneas (centros, semiperiferias y periferias) sino que es indispensable observar empíricamente la diversidad de estilos de producción existente en esos espacios académicos. La afiliación institucional, la disciplina y la lengua son factores relevantes que deben abordarse como parte de un principio complejo de jerarquización del mundo científico actual y que permiten diferenciar la posición de individuos pertenecientes a una misma comunidad nacional o local. Los estudios empíricos hechos en el marco de nuestro equipo proponen una imagen diferente de las interpretaciones economicistas: la heterogeneidad estructural es la característica principal de los campos “periféricos” porque existen asimetrías de diverso tipo y circuitos distintos de consagración. Existe, de hecho, un reconocimiento importante de las publicaciones de corriente principal dada su valorización en la cultura evaluativa de las instituciones pero ésta dista mucho de ser homogénea: hay diversas formas de producción y circuitos alternativos que han existido / resistido durante mucho tiempo (Beigel, 2014; Beigel, Gallardo y Bekerman, 2018; Beigel, 2017).

Asumir la dominación académica por parte de los centros y aceptar nuestra condición periférica, incluso desde las perspectivas más críticas, a menudo ha invisibilizado los circuitos alternativos de reconocimiento que preexisten a esa “corriente principal” y desde hace mucho cuestionaron lo “nacional”. Esto ocurre debido a la escasa circulación de los estudios empíricos de la ciencia periférica, pero también es producto de los límites establecidos por el foco nacional típico de los estudios dominantes de la ciencia. Esta limitación ha obturado el papel de un circuito de reconocimiento internacional, de larga data, que surgió en América Latina mucho antes que la “ciencia mainstream” y que tuvo/tiene la capacidad para contrarrestar aquellas tendencias mercantilizantes en favor del movimiento de acceso abierto y la ciencia como bien común. Este circuito surgió en una plataforma intelectual de más de 200 años que se profesionalizó en la década de 1950 a través de instituciones académicas como CEPAL, CELADE, FLACSO y CLACSO, esta última desempeñando un papel central en construcción del modelo de acceso abierto (Beigel 2003, 2006, 2010). Es un espacio intelectual consolidado y dotado de fuertes tradiciones regionales, mientras que un espacio como Europa, con todos los logros alcanzados a nivel de su integración económica, aún no ha podido configurarse como espacio regional intelectual (Sapiro, 2018). A la inversa, América Latina ha tenido dificultades para consolidar su integración económica que ha tenido episodios más bien fragmentarios o efímeros durante el siglo XX.

Durante las décadas de 1950 y 1960 se fundaron grandes editoriales con distribución regional en México (Siglo XXI, Fondo de Cultura Económica) y Argentina (Centro Editor de América Latina). Dado el pequeño tamaño del mundo académico y el estado artesanal de las revistas, los libros y las actas de congresos fueron la principal vía de comunicación científica, junto con el contacto personal y los debates en congresos. La visibilidad ya era un objetivo, pero principalmente para los bibliotecarios que querían que los libros, informes y revistas estuvieran disponibles para los investigadores en todos los países de la región. CLASE y Periodica, junto con otras iniciativas locales apuntaron en esta dirección. La principal preocupación en esta etapa no fue el diálogo con el mundo intelectual euro-americano sino dentro de la región. Se hicieron grandes esfuerzos en la catalogación y distribución. En los 1990s se creó LATINDEX y posteriormente, SciELO y REDALYC, lo que impulsó un sistema de comunicación regional ampliamente reconocido por su impacto relevante en el movimiento de acceso abierto.

¿Qué sucedió con este circuito académico colaborativo, profesionalizado, con su lógica específica que podría haber desafiado la “universalización” de la corriente principal al proponer formas de reconocimiento internacional alternativo? En la década de 1990, este circuito resistió los altibajos de las políticas científicas durante los tiempos neoliberales. Alcanzó finalmente una posición dual: dominada dentro de las jerarquías “mainstream” pero dominante dentro del conocimiento publicado en español y portugués, particularmente en las ciencias sociales y humanidades. Comparados cuantitativamente, hay muchos más artículos de los autores latinoamericanos de las ciencias exactas y naturales en WoS y Scopus que los que se encuentran en SciELO, la base de datos con más revistas de estas disciplinas. Esto es el resultado de la creciente creencia de los individuos y las instituciones en el Factor de Impacto y los Rankings. A la inversa, mucho más altos son los artículos de ciencias sociales y humanas publicados en los repositorios regionales como SciELO, Latindex y REDALYC. La posición dominante de las revistas latinoamericanas se vuelve particularmente fuerte cualitativamente en comparación con las revistas no indexadas, dado que los repositorios regionales arrojan resultados positivos en términos de la acumulación de reconocimiento científico en ciertas instituciones y la adquisición de posiciones de investigación en ciertas disciplinas, mientras que las revistas no-indexadas son cada vez más devaluadas.

Durante el reciente giro de la izquierda, en un contexto favorable a la expansión, diferentes perspectivas, tensiones internas y la alianza de SciELO con Clarivate abortaron el proyecto de un espacio de comunicación regional articulado. Con diversas miradas, los repositorios regionales se involucraron en la lucha contra la identificación entre “impacto” y “excelencia”, pero en ese camino se hicieron cada vez más restrictivas para el ingreso. Mientras tanto, la acreditación institucional y los informes científicos regionales se apegaron cada vez más a las bases de datos de corriente principal y las revistas latinoamericanas son desvalorizadas en nuestras propias casas. Hoy en día, más de 10.000 revistas científicas activas son editadas en América Latina. Entonces, es hora de preguntarnos: ¿qué tipo de conocimiento se produce en la región? ¿Qué tipo de revistas tenemos? ¿Cómo podemos impulsar su amplia circulación y visibilidad si no cambiamos las culturas evaluativas de las instituciones?

El desplazamiento desde el paradigma de la internacionalización orientada al “mainstream” hacia la circulación diversa

Desde la perspectiva de la “periferia” no se observa un terreno subyugado homogéneo. Los estudios empíricos disponibles más bien señalan el desarrollo de élites bifrontes: científicos altamente internacionalizados que producen conocimiento bajo criterios de evaluación “universales” que conviven con fuertes grupos académicos “nacionalistas” con poder local y reconocimiento en el nivel institucional. Estos estilos opuestos de circulación no surgen simplemente de la diferencia disciplinaria entre las ciencias sociales / humanidades y las ciencias naturales / exactas. Por el contrario, evolucionan a través de disciplinas y están relacionadas con las culturas evaluativas dominantes según la institución (Beigel, 2017). En el mundo árabe, Hanafi (2011) señaló el curso particular de la célebre parábola: los que publican en inglés perecen “localmente” y los que publican en árabe perecen “globalmente”. En el caso de América Latina, nuestros estudios empíricos nos indican que el lenguaje no divide el campo académico en dos sectores diferentes, pero la existencia de diversas culturas evaluativas profundizó las asimetrías internas entre las instituciones, reforzando la heterogeneidad estructural (Beigel, Bekerman y Gallardo, 2018). En el caso de Argentina, se desarrollaron diversas vías de profesionalización durante su reciente expansión, no solo vinculadas a dos habitus, “local” o “internacional” opuestos, sino también se verifican diversos perfiles intermedios, incluyendo un perfil de circulación “regional”, basado en las revistas latinoamericanas.

Hay muy pocos estudios disponibles más allá de los análisis de las bases de datos WoS-Scopus, por lo tanto, sabemos muy poco acerca de la producción fuera de ese circuito que fue consagrado como guardián y garante de la “excelencia” de la producción científica. Sin embargo, existe una ciencia muy dinámica “no perdida”, y muy visible en los circuitos regionales y alternativos, pero estos no aparecen en los informes globales y solo recientemente estamos empezando a conocer sus dimensiones empíricas. En cuanto a las revistas, se puede observar una importante diversidad relacionada con las políticas científicas nacionales: 1) Un número relativamente pequeño de revistas orientadas a la indexación mainstream, dentro del cual algunas comenzaron a editarse en inglés. 2) Un grupo relevante de revistas indexadas en directorios y repositorios transnacionales alternativos como DOAJ. 3) Miles de revistas indexadas en los repositorios regionales como LATINDEX Catálogo, SciELO y REDALYC. Finalmente, 4) miles de revistas no indexadas editadas en su mayoría en universidades públicas y pequeñas editoriales especializadas.

Así como los circuitos mainstream y regionales han cambiado a lo largo del tiempo, la morfología de los circuitos nacionales también se ha modificado. Esto puede atribuirse en parte a los estándares de publicación “internacionalizados” tanto para la promoción individual como para la acreditación universitaria. Se han desarrollado índices nacionales en muchos países de la región, para proporcionar listas de revistas acreditadas. La publicación en estas revistas por parte de los connacionales no brinda altas recompensas académicas, pero le otorga a las revistas una cierta ciudadanía académica.

Por su parte, los circuitos locales formados mayormente por revistas no indexadas o que se editan sólo en papel han sido considerados endogámicos y de baja calidad, un juicio de valor que aún no se ha demostrado, porque existen estudios muy escasos al respecto (Beigel y Salatino, 2015). Sin embargo, el número de revistas científicas activas que viven en países latinoamericanos fuera del mundo de la indexación es sorprendente, especialmente pero no solo en las ciencias sociales y humanas. En nuestro programa de investigación hemos observado empíricamente estos circuitos, que tienen una circulación restringida, pero verifican la productividad de los espacios académicos no internacionalizados. De acuerdo con Salatino (2018), de un total de 10,104 relevadas, 3,654 revistas activas a 2016 no estaban indexadas, pero no necesariamente significa que tengan una visibilidad restringida. Se identificaron tres tipos de circuitos locales. Primero, un grupo de revistas con orientación comercial publicadas por editores especializados de disciplinas profesionalizadas, algunas de acceso pago. En segundo lugar, un grupo de revistas antiguas asentadas en el seno de organizaciones no gubernamentales o universidades provinciales con una larga tradición editorial. Tercero, un grupo de gran importancia cuantitativa, que incluye revistas editadas por las grandes universidades públicas, con estructuras institucionales fuertes y prestigio ya establecido que hace posible su existencia / resistencia. A estos circuitos locales, debemos agregar un gran número de revistas evaluadas por Latindex Catalogo que no están disponibles en formato digital. ¿Por qué estas revistas y todas aquellas que aspiran a la indexación, quedan fuera de nuestro enfoque cuando medimos la circulación regional en América Latina?

Cuáles son los indicadores que necesitan nuestras instituciones? Un proyecto de clasificación no-jerárquica

El monopolio de la “universalidad” científica y la distribución del prestigio internacional a manos de las bases de datos principales (ISI/Clarivate-Scopus) es particularmente nocivo para nuestras instituciones que buscan mejorar su posición en los rankings universitarios. Estos, por su parte, se construyen con indicadores que recopilan información exclusivamente en esas bases de datos. Rankings como THE, ARWU-Shanghai, Webometrics, THE-QS, se crearon principalmente para intervenir en los flujos internacionales de estudiantes que eligen sus instituciones según estos informes. Pero se convirtieron progresivamente en una fuente directa para reforzar el prestigio de un pequeño grupo de universidades, revistas líderes y editoriales oligopólicas. Varios autores han señalado que estas clasificaciones se basan solo en datos bibliométricos y premios internacionales porque están orientadas por la competitividad global en lugar de observar la producción científica real. Incluso en los intentos recientes de construir multi-rankings, las capacidades de investigación de las universidades ubicadas fuera del núcleo académico tradicional se miden fuera de contexto y sin considerar los diversos circuitos de publicación. Detrás de los rankings universitarios hay una noción de jerarquía descendente que se basa en modelos de universidades muy específicas, como Harvard, Stanford o Cambridge, sin tener en cuenta los diferentes estilos institucionales, las culturas científicas y mucho menos el impacto social.

Existe un consenso relativo, en este punto, de que la idea de “rankear” en sí misma sirve más como un instrumento para la mercantilización que como una herramienta para las políticas científicas. Desde América Latina, la Conferencia Regional de Educación Superior destacó las limitaciones de los rankings universitarios y defendió los criterios regionales para la acreditación universitaria. Afirmó el carácter de la universidad como un bien social y público, señalando los riesgos involucrados en la priorización de criterios “globales” frente a las características y necesidades regionales / nacionales / locales. Un intento relevante de crear un conjunto completo de indicadores para los países de la región es el Manual de Santiago (2010)². La “internacionalización” se define como un concepto complejo y poliédrico, aunque su movimiento unidireccional no está problematizado. Además de los premios y publicaciones internacionales, recomienda observar un conjunto diverso de interacciones, como la movilidad académica, los acuerdos internacionales, las redes y otros medios de colaboración en la investigación. Sin embargo, las bases de datos utilizadas para medir publicaciones son las mismas que los Rankings Mundiales, por lo tanto, los datos terminan encorsetando los diferentes estilos de producción y las múltiples direcciones de la circulación de ese conocimiento.

Con relación a la circulación regional, es evidente que como resultado del triunfo del circuito mainstream en las culturas evaluativas, la publicación en revistas de acceso abierto editadas en América Latina no se considera muchas veces una forma de internacionalización. Sin embargo, la internacionalización a través de la regionalización no es un fenómeno nuevo en nuestra región. Construido sobre fuertes tradiciones intelectuales y caminos de profesionalización similares, el circuito universitario regional se consolidó a través de directrices comunes sobre acreditación universitaria, acuerdos de movilidad académica intrarregional y redes científicas sólidas. Además de este potencial, existe la creencia general de que las instituciones públicas son los principales productores de conocimiento científico, una creencia que ha beneficiado el dinamismo de este circuito (Babini, 2011). Esto impulsó la supervivencia de los diferentes estilos de y circuitos de publicación alternativos, mayormente provenientes de la dinámica de las universidades públicas.

Llamativamente, sin embargo, no hay forma actualmente de medir la circulación regional porque los tres repositorios más relevantes están desconectados y los indicadores bibliométricos solo son viables para las dos colecciones que ofrecen información al nivel del artículo (SciELO y REDALYC). Esto tiene un impacto directo en la capacidad de las revistas regionales para proporcionar reconocimiento académico en acreditaciones institucionales e individuales. En parte, esto se debe a las dificultades técnicas de esta tarea. Como dijo Dominique Babini, “dedicamos más de dos décadas a crear el acceso abierto, pero aún no hemos podido crear indicadores regionales”. Así, nuestra producción regional no influye en los sistemas nacionales de evaluación porque el circuito principal todavía se utiliza como patrón de evaluación para el ingreso, los concursos y la promoción. Al mismo tiempo, todo esto disminuye el interés de los/las investigadores de nuestros países para entregar sus artículos a nuestras revistas. La lucha loable que estos sistemas regionales encararon contra la ilusión general de la “excelencia”, en aras de mostrar que la ciencia abierta ofrece mayor calidad y visibilidad, mientras tanto, ha aumentado la dificultad de los criterios de evaluación y un número muy grande de revistas están luchando por ingresar en estas colecciones, tal vez la misma cantidad de revistas que están indexadas. A su vez, la crítica del circuito mainstream se ha instalado en los propios “centros de excelencia”, donde se han producido boicots y declaraciones de científicos y científicas pertenecientes a distintas disciplinas. Veremos qué transformaciones reales pueden producir desde adentro.

Después de muchos años de observar el desarrollo del campo científico en la “periferia”, a través de un programa de investigación colectiva que ha llevado a cabo estudios nacionales y análisis comparativos de los procesos de institucionalización y profesionalización, es fundamental salir de la noción heteronóma de “internacionalización”. Es necesario desmantelar la creencia generalizada que identifica la corriente principal con la excelencia, la regional con una calidad exótica o subsidiaria y la local con la endogamia. Desde un punto de vista técnico, es necesario revertir el proceso habitual de construcción de indicadores, que normalmente se alimenta de bases de datos “internacionales”, para construirlos desde abajo hacia arriba, a través de la observación a nivel institucional. El conjunto de indicadores de circulación que estamos probando en tres universidades argentinas apunta en esa dirección (Beigel, 2018).

La endogamia se puede encontrar en la corriente principal y en los circuitos de revistas no-indexadas, al igual que el conocimiento creativo puede surgir de las universidades vinculadas con su entorno y los investigadores relacionados con la agenda local. En consecuencia, la medición de la producción científica que circula fuera del circuito de corriente principal requiere una transición no solo técnica, sino conceptual desde el paradigma de la internacionalización a una idea múltiple y diversa de circulación que incluya todas las interacciones (publicaciones, investigación colaborativa, redes y asociaciones, movilidad académica, transferencias, extensión) y todas las direcciones de circulación: local, nacional, regional, transnacional e internacional.

No tengo dudas que una revista evaluada por Latindex, Redalyc o SciELO es de calidad y tiene igual o más visibilidad que las revistas indexadas en Scopus o ISI/Clarivate ¿Pero cuánto tiempo más seguiremos tirando piedras como David a Goliath? Tal vez sea el momento de dejar atrás la batalla por demostrar que la ciencia abierta supera a la ciencia mainstream en exigencia de criterios, revalorizando la diversidad que nuestro propio camino de internacionalización ofrece a otros mundos del Sur. Así, la ciencia latinoamericana tiene mucho que ganar si logra regionalizar un tanto la endogamia y anclar un poco más localmente la exogamia.

1. Parte de este trabajo fue publicado en Beigel, F (2018) “Las relaciones de poder en la ciencia mundial. Un anti-ranking para conocer la ciencia producida en la periferia”. Nueva Sociedad, N°274, p.13-28.

2. Recientemente RICYT publicó el Manual de Valencia (2017) que constituye una contribución relevante para medir la investigación y actividades de las universidades en su medio social y económico. Incluye entre otras dimensiones indicadores de transferencias tecnológicas, divulgación científica y extensión universitaria, una larga tradición en América Latina.

REFERENCIAS

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