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Propriedade da Academia? Gerido pela Academia? Gerido pela Comunidade? O que está em jogo quando usamos palavras para descrever os novos paradigmas da publicação

¿Propiedad de la academia? ¿Dirigido por la academia? ¿Dirigido por la comunidad? Lo que está en juego cuando utilizamos palabras para describir los nuevos paradigmas de publicación

Nota del editor: El presente texto es una traducción al español realizada por AmeliCA del texto original: Schlosser, M. y Mitchell, C. (2019). Academy-owned? Academic-led? Community-led? What’s at stake in the words we use to describe new publishing paradigms. LPC Blog. Library Publishing Coalition. Disponible aquí.


En los círculos de comunicación académica “propiedad de la academia” parece ser el descriptor de moda.  Cada vez más hablamos de la infraestructura propiedad de la academia, la publicación en manos de la academia, publicaciones propiedad de la academia, etc. Nos encontramos en reuniones y conferencias donde examinamos los retos de apoyar nuevas formas de investigación académica, nuevos modelos de publicación, nuevas comunidades de lectores, y-volvemos a verlo- “propiedad de la academia” está asechando nuestras conversaciones. Nuestros escritos tienen como premisa que la academia se levantará para exigir su debido lugar como la fuente, hacedora, distribuidora, guardiana de su grandioso recurso: el conocimiento. Sin lugar a dudas se avecina un movimiento.

No hay duda que entre más comienza a tambalearse el modelo de publicación tradicional, enfrentamos oportunidades y desafíos significativos. La manera en que la academia se posiciona hoy traerá consecuencias en los años venideros.

¿Por qué se ha arraigado tanto esta frase últimamente? El panorama es dominado más y más por grandes corporaciones multinacionales que absorben herramientas y plataformas en todo el ciclo de vida de la comunicación científica. Aunque las bibliotecas están familiarizadas con estas corporaciones como editoriales de contenido, su alcance se está extendiendo mucho más allá de la publicación con el fin de controlar tanto las actividades contra corriente como aquellas que van con la corriente: servidores preprint, plataformas editoriales de AA, actuales sistemas de información de investigación, etc. Se está levantando una rebelión por parte de aquellos que están preocupados porque poco a poco estamos cediendo el control de la propiedad intelectual de la academia, sus datos, su capacidad de compartir información —incluso sus valores— a las compañías con fines comerciales. Entre más confiemos en recursos autorizados para leer, distribuir y medir el impacto de nuestra investigación —así como determinar el éxito de nuestros investigadores y el valor de nuestras instituciones— más esclavizada se verá la academia al conjunto de valores que provienen de un mercado con propósitos comerciales fundado en el acceso restringido a la información y a métricas abstractas de desempeño.

Aun así, este noble impulso de exigir un lugar para la academia en el intercambio y evaluación de la investigación académica está repleto de una confusión lingüística. Aunque el impulso hacia soluciones de “propiedad de la academia” no tiene límites, el lenguaje que utilizamos para ello requiere de precisión. En ocasiones hablamos de proyectos “propiedad de la academia”, pero los describimos como “dirigidos por la academia” o “dirigidos por la comunidad” o cualquier otra forma.1 Estas frases no son sinónimas —es muy importante reconocer sus diferencias— no obstante, nosotros las usamos por igual y nos damos una aprobación unos a otros con la cabeza, dando por sentado que sabemos a qué nos referimos. Pero exactamente, ¿a qué nos referimos? Es momento de que nos pongamos a identificar los grandes problemas y preguntarnos las cosas difíciles que se encuentran incrustadas tanto en los términos mismos como en la vaguedad con las que los empleamos.

¿De qué estamos hablando exactamente?

Los términos “publicación propiedad de la academia”, “publicación dirigida por la academia” y “publicación dirigida por la comunidad” comparten una lógica implícita: [una entidad académica o basada en valores] demanda [una forma de control] en el contexto de [la publicación]. Sin embargo, tal similitud oscurece las tensiones y ambigüedades cruciales que dirigen la proliferación de estas frases y dificultan hacer de ellas una etiqueta consistente o una agenda bien definida. 2

Propiedad de la academia
Como patrocinadora de mucha de la investigación que conforma el registro académico, la “academia” ciertamente demanda algo, y es tener un papel significativo en el desarrollo de un nuevo ecosistema de publicación. También las instituciones académicas están cada vez más en desacuerdo (en cuanto a presupuesto y filosofía) con el actual modelo de publicación que terceriza la distribución del trabajo académico a un mercado comercial impulsado por impresionantes márgenes de ganancias. Quizás es momento de que la academia afirme una presencia de publicación más contundente en este espacio. Esto podría incluir el desarrollo de una infraestructura de publicación a gran escala y controlada por la academia o el establecimiento de programas de publicación nacionales administrados de forma colectiva por las editoriales académicas y bibliotecas, o incluso comprometerse con esfuerzos financieros consorciales de precios elevados que busquen apoyar modelos de publicación transformativos. Estos y otros enfoques de “propiedad de la academia” para la publicación demandarían un compromiso institucional (e interinstitucional) significativo y continuo. Si la academia desea adueñarse de alguna porción del ecosistema de publicación académico, debe demandarla y prepararse para realizar inversiones financieras sustanciales y programáticas para hacer esta visión una realidad con firmeza y sustentabilidad.

Dirigido por la academia
Identificar a lo “académico” como el autor, por otro lado, sugiere que la agencia le pertenece aquí al investigador individual y no a la institución. En lugar de situar al acto de publicar dentro de la academia per se, este modelo propone que la publicación académica se puede dar en donde sea, siempre y cuando los académicos estén al mando de las decisiones editoriales. De cierta forma esto tiene sentido. Cuando se trata de la publicación, el comportamiento de los investigadores es grandemente influenciado por la cultura disciplinar y las ambiciones profesionales, no consideran los intereses de sus instituciones de origen, ellos buscan poner sus publicaciones en donde parece más razonable (de manera financiera, lógica y donde se gane más reputación). El problema es que con mucha frecuencia los académicos eligen liderar sus publicaciones desde dentro de los entornos de publicación con fines comerciales, donde están a la merced del modelo de negocios de una editorial comercial o se encuentran comprometidos con un proveedor de una plataforma comercial que con facilidad podría adquirirse y restructurarse. En ambos casos, el término “publicación dirigida por la academia” suprime el hecho de que, por lo menos para la infraestructura debajo de la publicación, obtener ganancias es lo que importa. Los académicos individuales son expertos en su materia, no obstante, no tienen incentivos para considerar el impacto que sus decisiones tienen en el ecosistema de publicación académica. Si ellos no ven opciones de publicación atractivas dentro de sus comunidades académicas, van a voltear a ver a las organizaciones comerciales para recibir apoyo.

Dirigido por la comunidad
Invocar a la “comunidad” como el actor ensancha el terreno de la publicación de manera significativa. Esta formulación va hacia un enfoque inclusivo para la producción del conocimiento al sacarse a sí mismo de los confines de la academia. Pone los medios de producción (y los presentes actos de “gatekeeping” [guardia] y legitimación) en las manos de un mucho más extenso conjunto de participantes unidos alrededor de un tema crítico, incluyendo a los investigadores independientes 3, a los que no son tan expertos, y a aquellos que son el centro de la investigación. Este enfoque parece estar mucho más ajustado con la publicación “basada en valores”, que busca hacer un espacio para que las nuevas y subrepresentadas voces sean escuchadas. Aunque la palabra “comunidad” puede ser atrayente, también puede ser imprecisa. El verdadero riesgo es que asumimos que sabemos lo que queremos decir cuando hablamos de la publicación dirigida por la comunidad, y sin embargo, podríamos estar refiriéndonos a cosas diferentes. Esta falta de precisión nos deja con algunas preguntas muy prácticas sobre qué es lo que define la membresía comunitaria, cómo se estructura la gobernanza, y quién proporciona la infraestructura de la publicación.

La publicación
Evidentemente, determinar quién controla estos esfuerzos de publicación (y hasta qué punto), no es una tarea pequeña y genera toda clase de problemas polémicos filosóficos y pragmáticos. Estar de acuerdo en qué queremos decir cuando hablamos de la “publicación” debería ser relativamente fácil. Pero no lo es. El problema es que cuando se refieren a la publicación en este contexto (por ejemplo, la publicación propiedad de la academia) por lo regular se refieren a cosas completamente diferentes. Algunos se centran en los derechos legales respecto al contenido, específicamente, en quién puede ejercer la propiedad del título o los derechos de autor de la publicación. Otros se refieren al acceso, principalmente, si la publicación no comercial debería ser, por definición, acceso abierto, y en cuál sería la mejor forma de financiar este modelo de manera sustentable. Para otros es primordial la cuestión de quién controla las plataformas de publicación y los datos asociados con las publicaciones. Y otros, por encima de todo, se centran en mantener la autonomía editorial de la publicación y en la solvencia. Todas estas son facetas importantes de la publicación, pero cada una tiene un conjunto de participantes y altos tipos de interés. Nunca coincidimos en cuál interés es el más alto ni en dónde debemos centrar nuestra energía.  

¿Qué está en riesgo?

Todo esto nos trae a la cuestión fundamental de lo que, en última instancia, las bibliotecas desean lograr en este espacio ¿Intentamos enfrentar a las grandes editoriales comerciales y exigir que el papel editorial sea de la academia? ¿Buscamos apoyar la publicación científica dentro de las disciplinas y para los resultados de la investigación que son pésimamente ofrecidos por el mercado comercial? ¿O es nuestro propósito modelar un tipo de publicación que sea inclusivo y basado en valores en lugar de ser impulsado por las ganancias? Para muchos de nosotros la respuesta simplemente es: ¡por supuesto! Pero, nuevamente, estos son objetivos diferentes, y nos corresponde tener un claro sentido del tipo y magnitud del cambio que buscamos.

En ocasiones hablamos de proyectos “propiedad de la academia”, pero los describimos como “dirigidos por la academia” o “dirigidos por la comunidad” o cualquier otra forma. Estas frases no son sinónimas (…)

Consideren el escenario: una biblioteca destina una cantidad de su presupuesto para apoyar a la publicación propiedad de la academia ¿A dónde debería ir esa inversión? ¿Debería ser la fuente del desarrollo del software de publicación de código abierto? ¿Tendría que redirigir la recaudación de fondos para apoyar el contenido de acceso abierto? ¿Debería iniciar un programa que ofrezca servicios relacionados con la publicación a su comunidad institucional? Y si escoge el programa de publicación, ¿habría de usar las herramientas de código abierto instaladas localmente o a un proveedor comercial? Cada una de estas actividades es valiosa, pero la mayoría de las bibliotecas no son capaces de poner en marcha todas y cada una de ellas. La priorización con base en los valores y objetivos de las bibliotecas es esencial.

No obstante, las acciones de cualquier biblioteca, sin importar cuan bien planeadas y llenas de recursos estén, no van a provocar un cambio masivo en el sistema de comunicación académica. Los problemas son inmensos. Reconociendo esto, nuestra biblioteca hipotética decide juntar sus recursos con otras bibliotecas con la esperanza de tener un mayor impacto. Tal vez contribuye al modelo de financiamiento consorcial. O participa en un proyecto de código abierto coordinado para crear una infraestructura compartida. O ayuda a desarrollar un modelo de lenguaje y mejores prácticas para relacionarse con vendedores comerciales.  Este tipo de acción colectiva es fundamental si queremos generar un cambio a escala, pero puede ser desafiante implementarlo —especialmente si los participantes no comparten la misma visión. Las bibliotecas necesitan ser explícitas sobre aquello en lo que tenemos que trabajar y lograr para encontrar objetivos y oportunidades comunes a fin de hacer avanzar tales metas. Ya hay algunos ejemplos de este tipo de esfuerzos 4, pero aún falta mucho camino por recorrer.

Si nos decidimos por paradigmas de publicación vagamente definidos, el riesgo no es que sólo vamos a fracasar en alcanzar nuestras metas, sino que individuos y organizaciones que no comparten nuestros valores profesionales se apropiarán de ellas. Los movimientos transformativos siempre están en riesgo de ser interceptados por las mismas estructuras que buscan transformar. El movimiento de acceso abierto surgió principalmente como un intento de ampliar el acceso al estudio académico y limitar el poder de editoriales comerciales para extraer valor de las universidades, pero no les tomó mucho tiempo a esas mismas editoriales comerciales encontrar formas de monetizarlo. Las bibliotecas se benefician de las asociaciones con editoriales universitarias, con sociedades académicas, con proveedores de servicios y con muchos otros actores en este espacio. Cada uno de nosotros aporta algo único a la publicación académica. Tiene sentido que trabajemos juntos. Con todo, es importante que, nosotros en las bibliotecas, fijemos objetivos específicos y nos aseguremos de que nuestras asociaciones estén en conformidad con estas metas. Debemos decidir lo que la “publicación propiedad de la academia” (o cualquier otra de sus variantes) significa para nosotros, así como trabajar juntos para llevarlo a cabo.

No hay duda que entre más comienza a tambalearse el modelo de publicación tradicional, enfrentamos oportunidades y desafíos significativos. La manera en que la academia se posiciona hoy traerá consecuencias en los años venideros. Nuestros términos confusos son un claro indicador de la complejidad que enfrentamos al imaginarnos un futuro para la comunicación académica con nuevos papeles y responsabilidades para los investigadores y las instituciones. Llegar a un entendimiento compartido de las implicaciones que tiene el uso de las palabras es un paso importante que nos acerca a tal futuro.

1.The Library Publishing Coalition empleó recientemente la frase “publicación propiedad de la academia” dos veces: primero en una pre-conferencia al 2018 Library Publishing Forum, titulado “Owned by the Academy: A Preconference on Open Source Publishing Software,” y posteriormente en un artículo en Library Trends  en el que Melanie fue coautora, titulado, “Building Capacity for Academy-Owned Publishing through the Library Publishing Coalition.” En ambos contextos explicitamos lo que queríamos decir por “propiedad de la academia”, pero la pre-conferencia relacionó la propiedad de la academia al uso de la tecnología de código abierto, y el artículo sugería que las actividades de publicación bibliotecaria son por naturaleza “propiedad de la academia”.

2. La discusión posterior sobre estos términos fue influenciada en gran parte por algunas reuniones recientes, en especial, por la “ARL-SSRC Meeting on Open Scholarship in the Social Sciences” (Diciembre de 2018), Catherine participó en un debate que buscaba definir la “infraestructura propiedad de la academia” que dejó ver muchas de las complejidades que hemos comentado aquí.

3. “Dirigido eruditamente” es otra frase que se utiliza con regularidad en esta área, y una que se construye sobre lo “dirigido académicamente” para incluir a los investigadores independientes. Lo omitimos de nuestra discusión con el fin de ser breves, pero quisiéramos reconocer que, aunque conlleva sus propias connotaciones, coincide con varios de los conceptos presentados.

4. Un ejemplo reciente fue el lanzamiento de “Good Practice Principles for Scholarly Communication Services” por SPARC y COAR. Estos principios articulan un conjunto de objetivos para los proveedores de servicios y criterios de evaluación para las bibliotecas que buscan contraer apoyo para su trabajo de comunicaciones académicas. Es poco probable que alguno de los principios no sea familiar para los bibliotecarios que trabajan en esta área. Codifican los valores compartidos en una dirección factible de tal forma que es muy probable que tenga un impacto sustancial.